Primera Lectura: Hechos 12,1-11: «El Señor me ha librado de las manos de Herodes»; Segunda Lectura: 2 Timoteo 4,6-8.17-18: «Ahora me aguarda la corona merecida»; Evangelio: Mateo 16,13-19: «Tú eres Pedro, y te daré las llaves del Reino»
Orar los unos por los otros es salir de uno mismo y ver el sufrimiento del otro. Cuando Pedro fue apresado la comunidad cristiana sabía que podía tener la misma suerte que Santiago. Esto hizo a la comunidad el que fortalezcan su fe en el Señor. Acudieron a Él y el los escucho poniendo a salvo a Pedro. Pero, ¿qué sucede cuando oramos por otros y no vemos lo que pedimos? Es una pregunta difícil de responder. Hay que partir que nadie ha escudriñado la mente de Dios. El tiene siempre la libertad para decidir que hacer. Aunque esta primera respuesta es vaga. Nos encamina ya a un camino para poder responderla. Dios actúa libremente y no sufre ninguna condición por la que estamos sometidos los humanos. Segundo pensamiento que debemos tener en cuenta. La omnipotencia de Dios hace que el tenga más conocimiento para tomar la mejor decisión. Pensemos en Jesús, según nos cuentan los relatos evangélicos sanaba a unos y a otros no. Pero si es verdad que daba mucha importancia a la fe. Y aquí es con lo que nos tenemos que quedar. La fe nos ayuda a saber a quien hay que pedírsela. Quizá no encontremos lo que queríamos, pero lo que si sabemos es que Dios no abandona a nadie que le reza con fervor.
Y San Pablo experimento ese poder. Nunca se sintió solo en medio de las dificultades y el sufrimiento. La constancia y la fidelidad a su llamado a evangelizar a los no judíos le hizo sentir ese poder y fuerza. Nosotros debemos vivir también desde la constancia de nuestra vocación. En la familia, el trabajo, el ocio… no debemos decaer y vivir una vida recta según el evangelio. No es fácil y lo sabemos. En estos tiempos que corren tenemos distracciones muy atractivas por todos lados, la sociedad nos inculca unas normas que van en contra de los valores cristianos, como vivir desde el dinero, el poder… contravalores bien conocidos por San Pablo enseñándonos a coger las armas de la luz y vivir una vida cristiana.
Y para vivir esta vida todos tenemos que responder a la pregunta que nos hace Jesús: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?” Pedro lo tiene claro y ¿nosotros lo tenemos claro? ¿Es Jesús para nosotros el Mesías, es decir, aquel que nos puede liberar de nuestras angustias, miedos, temores, para vivir una vida en paz? Jesús nos enseña un camino que conduce a una vida plena. La confianza en Él es fundamental. Poner nuestra vida en el parte por cumplir con sus enseñanzas. Hoy tenemos el ejemplo de los apóstoles Pedro y Pablo. Cada uno a su manera cogió el camino y en sus altibajos y triunfos permanecieron firmes hasta el final. Consiguieron la corona y sus vidas han pasado para los cristianos como ejemplos de como vivir una vida acorde al Reino de Dios.