DECIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera Lectura Isaías 66,10-14c: Un río de paz; Segunda Lectura Gálatas 6,14-18: Tenemos que llegar a ser nuevos en Cristo; Evangelio Lucas 10,1-12.17-20: Jesús envía a sus discípulos en Misión.
“El reino de Dios ha llegado a ustedes”. Esta noticia nos debería alegrar y darnos esperanza para vivir con alegría aun en las dificultades. Pero, ¿Por qué esta buena noticia no tiene tanta repercusión en muchos creyentes? ¿Por qué el mensaje ha perdido su fuerza? Son preguntas que quizás nos podemos hacer. A nuestra generación nos están bombardeando que la verdadera felicidad esta en poseer. Entre más acceso tenga a lo que ofrece el mundo más sentido tendrá mi vida. El precio que se paga de este pensamiento es que unos vivan muy bien y otros estén en la miseria o explotados. Añadamos a eso también la insatisfacción de querer poseer lo que no se tiene. Hoy las lecturas son positivas. Nos hablan de alegría por que Dios se ha manifestado. Su reino ya está en la tierra y es hora de tomar una decisión. Esta decisión parte por ser nueva criatura como nos dice San Pablo. Para ser nueva criatura hay que cambiar la manera de pensar y para ello exige hacer un alto en el camino de la vida. Poner entredicho lo que nos propone nuestra sociedad ¿Realmente el que más tiene es más feliz? ¿Se puede ser feliz pensando que lo que tienes puede desaparecer? Una vez que entramos en esta dinámica ¿Porque nunca estamos saciados? Estas y otras preguntas nos podemos hacer. Pero lo que está en el fondo es la insatisfacción. Jesús por medio del Reino de Dios nos enseña otra forma de pensar y vivir. Él envía a sus discípulos para que vallan a los pueblos y la gente tenga una luz en la que apoyarse. Dios esta con ustedes, se puede vivir una vida acorde a los valores del Reino. La paz, la justicia, la misericordia… y todo lo que transciende la existencia, el amor, hace que la vida cobre el verdadero sentido.
El sufrimiento esta muy presente en el día a día. Pero para los cristianos no tiene la última palabra. Vivir según el reino de Dios, es no desprenderse de la realidad. De ahí que Jesús envié a sus discípulos a que estén con el pueblo y trabajen junto a él para salir de ese dolor. El papa Francisco daba mucha importancia a mancharse los pies de barro, o que los curas tuvieran olor a oveja. Él quería que saliéramos de nuestras comodidades y fuéramos al encuentro del otro. Hoy Jesús nos lo recuerda. Uno no niega que el mundo nos invita a la comodidad y a estar por encima de los otros. Pero es decisión nuestra el plantarle cara y aceptar el Reino de Dios que ya esta presente.
Que este domingo la fuerza de la buena noticia vuelva otra vez a ilusionarnos y optar por salir de nuestras comodidades como lo hicieron los discípulos de Jesús.