LECTURA DEL PRIMER LIBRO DE SAMUEL 1, 20-22. 24-28, LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN JUAN 3, 1-2. 21-24, LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 2, 41-52
Pedro se sentía triste. Quería agradar a Dios y que su fe fuera más fuerte. Vivía una vida un poco desordenada. Cada mañana se levantaba y no sabia como salir del bucle de sentirse vacío. Un círculo interminable sentía su alma. Como todos los domingos fue a la celebración de la palabra que hacia su comunidad. No iba con mucho ánimo. Pero a medida que iba escuchando la Palabra de Dios una luz iba surgiendo en su interior. No se lo explicaba, pero sentía que su inteligencia le decía como salir del círculo interminable que sentía su alma. En sus oídos escuchaba: “Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que él nos ha dado”. Salió de la celebración con una esperanza y una alegría que creía que había perdido. Desde ese día, la Palabra de Dios entro a formar parte, no solo de escucharla, sino también de ponerla en práctica.
Como Pedro todos nosotros a veces nos sentimos perdidos. No podemos encontrar el camino. Y en el momento menos esperado Dios se manifiesta y enseña cuanto nos ama. Hoy las lecturas nos invitan a guardar los mandamientos de Dios, que es lo mismo que decir escuchar su Palabra y ponerla en práctica. Si queremos saber si tenemos a Dios muy cerca nuestra conciencia es un referente. Y, ello se debe, a que la Palabra como espada de doble filo interpela y no da pie a vivir una doble vida o desde la incoherencia. Pedro Descubrió en su vida que Dios tiene el poder de sacarlo del abismo en el que se encontraba. Nosotros hoy tenemos la oportunidad también de escuchar y cumplir la Palabra de Dios. Viviremos según su voluntad, nuestra conciencia estará tranquila y la paz que viene del Espíritu habitara en nosotros.
Tanto Ana como María saben que sus hijos están consagrados a Dios. Ellas son capaces de desprenderse de lo que más aman por amor a Dios. Y esto las engrandece y las pone como referencia y ejemplo en la vida de todo creyente. María además nos dice la palabra que guardaba en su corazón lo que sucedía con su hijo. Nosotros debemos hacernos la pregunta ¿Somos capaces de dar a Dios lo que más amamos? Esta pregunta la realizaremos si tenemos la actitud de Ana y María: Confianza y reflexión desde la oración. Lo que si nos enseña quien se entrega plenamente a Dios es que su vida encuentra una armonía y paz que le lleva a transcender su propia realidad haciéndose fuerte incluso en las mayores dificultades.
Hoy recordamos a la Sagrada Familia, que en nuestras familias enseñemos lo importante que es tener a Dios en el centro y vivir de la vida familiar.