“Estad siempre despiertos”, “…os fortalezca internamente”, “cumpliré las promesas”, “Alzad la cabeza se acerca vuestra liberación”. La palabra de Dios nos da unas pautas de que estamos en un tiempo propicio para hacer un alto en el camino. Ante el ajetreo intermitente de la vida, las preocupaciones, y el vacío que a veces sentimos incluso en los tiempos de ocio, algo nuevo está sucediendo.
Estamos en un nuevo tiempo litúrgico, el adviento. La misma palabra adviento significa venida. La liberación se acerca a nuestras vidas porque alguien tiene el poder de restaurar nuestra existencia: Jesús, el Hijo de Dios. Por lo tanto, hay que volver a las raíces de nuestra fe.
San Pablo a sus comunidades les daba instrucciones y enseñanzas y les recuerda que es el tiempo propicio de ponerlas en prácticas. Nosotros también por medio de las catequesis, los más cercanos a la vida de la parroquia, conferencias, retiros… por lo tanto no hay tiempo para las excusas. La liberación ya ha llegado.
Uno se libera siguiendo el ejemplo de los Santos como San Francisco:
“Que allí donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga yo perdón;
donde haya discordia, ponga yo unión;
donde haya error, ponga yo verdad;
donde haya duda, ponga yo fe;
donde haya desesperación, ponga yo esperanza;
donde haya tinieblas, ponga yo luz;
donde haya tristeza, ponga yo alegría”.
Y lo que San francisco en este hermoso cantico expresa retoza el Espíritu de Jesús. Por lo tanto, alcemos la cabeza y vallamos quitándonos poco a poco las cadenas que nos aprisionan a lo largo de este tiempo de adviento. ¡Jesús nos espera!
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